POEMA DE ENERO

Retomamos nuestra actividad  "UN POEMA AL MES MEJORA CUANTO VES"proponiendo os la lectura de este bonito poema de Buenaventura Carles Aribau (España 1788-1862), en este año en el que los defensores de soñados maximalismos españolizadores, producto de unificadoras y violentas depredadoras reconquistas, utilizan a  la máxima figura del estado, pagada por el erario público y impuesta por la razón de la fuerza  totalizadora de la ley de "lo atado y bien atado" en virtud del mítico "chollo" del derecho divino de cuna, para que alerte a la población, en tono farfullante, de los peligros  de los maximalismos , excluyendo por supuesto de ese peligro su idea maximalista del estado,!PORQUE NO SE CALLAN! y !PORQUE NO SE CALLA!. con la intención, !A VER SI SE ENTERAN!, se cumple la razón que justifica nuestra oferta.

Adiós, montes y cerros, adiós por siempre adiós,
oh sierras desiguales que, allí en la patria mía,
por el reposo eterno y el color más azul
de las nubes y el cielo de lejos distinguía.
Adiós, viejo Montseny, que, desde alto palacio,
bajo niebla y nieve, cual guarda vigilante,
por agujero miras la tumba del judío,
y en el inmenso mar la mallorquína nave.
Yo, tu soberbia frente conocía entonces
cual conocer pudiese la frente de los míos;
conocía también la voz de tus torrentes


cual la voz de mi madre o el llanto de mis hijos.

Mas, arrancado luego por los adversos hados,

no conozco ni oigo como en tiempo mejor;

cual árbol transplantado en muy lejanas tierras

pierde su gusto el fruto, su perfume la flor.
¿De qué puede valerme que una engañosa suerte
las torres de Castilla me hiciera ver de cerca,


si el canto de las trovas no lo oye mi oído

ni en mi pecho recuerdos generosos despierta?

En vano voy en sueños a mi dulce país

y veo del Llobregat la playa serpentina,

que no tengo consuelo ni me queda placer

más que el poder cantar en lengua lemosina.
Me place aún hablar la lengua de los sabios
que llenaron el mundo de sus usos y leyes,


defendieron derechos y vengaron agravios,

la lengua de los fuertes que acataron los reyes.

Muera, muera el ingrato que, al sonar en sus labios

por extraña región su propia habla, no llora,

que la sagrada lira de los suyos no coge

y, al pensar en sus lares, no se aflige y añora.
En lemosín sonaron mis primeros vagidos
al beber dulce leche del materno pezón;


en cantos lemosinos soñaba cada noche

y en lemosín rogaba cada día al Señor.

Cuando me siento solo, y a mi espíritu hablo,

otra lengua no oye: le hablo en lemosín,

pues mis razones salen del centro de mi pecho,

mi boca ya no sabe ni sabría mentir.
Sal, pues, para expresar el más sagrado afecto
que en corazón de hombre pueda el cielo grabar,


oh lengua a mis sentidos más dulce que la miel,

que la virtud devuelves de mi inocente edad.

Sal, por el mundo grita que el corazón ingrato

de mi patrón la gloria siempre habrá de cantar;

y pase por tu voz su nombre y su memoria

a los propios y a extraños, a la posteridad.









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